sábado, 16 de julio de 2016

Día Uno: Retomar el contacto

Para tí, ¿qué es irse de vacaciones?
Es una pregunta sencilla. Elegirás playas o montañas, cultura o descanso, hoteles o bungalows. Yo elijo mi bicicleta.
Todos necesitamos de desenchufe porque en estos días de incertidumbre que vivimos no hay nada mejor que dejarse la cabeza y el reloj en la mejor estantería de casa. Y en esas ando yo.
Retomar el contacto con mi yo cicloturista es, para mí, la mejor de las sensaciones. Entre carreteras secundarias y campos de cultivo he ido a parar a Monforte del Cid, espoleado por este sol abrasador que suele aparecer cada vez antes pero que tanto echo en falta cuando Granada se esconde entre tormentas y caídas de temperatura.
Voy un poco mermado por lesiones de fútbol sala, pero las piernas responden sin miedo a porcentajes. Benditas farmacias.
Hacer el trayecto al revés, que uno es zurdo para todo, tiene su aquel. Llegas a cualquier sitio a rellenar botellas y tienes que explicar que no, que no estás a punto de terminar, que acabas de empezar. Y ahí la mirada de la gente se hace esquiva, desconfiada. Y te analizan como si fueras un alien, igual que haría yo, o tú.
Y luego llega la soledad sobre Sarah, solo rota por un insoportable ruidito que no consigo quitar y al que mucho me temo que no me voy a acostumbrar, por muchos kilómetros que me queden. Tocará pasar por un taller cualquiera.
Y en la falta de compañía (es lo que tiene ir solo, smart guy) te da por repetirte que se te ha ido la mano con el tiralíneas y el sextante, que son caminos de más, cuestas de más, días de más. Pero, benditas sean las cuadraturas de los círculos, te cruzas con unos niños que te preguntan en valenciano a dónde vas. Y se lo explicas con un dibujo a dedo pulgar y tierra, y entonces todo cambia.
Gran primer día.

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