domingo, 17 de julio de 2016

Día Dos: Aridez

Día largo entre caminos, fortalezas, campos de cultivo, pinares, botellas llenas y botellas vacías. Hasta los ojos de polvo y sed. Y la sonrisa por blasón, sepa vuesa merced.
Coincidencias de la vida, llego a Banyeres de Mariola y me encuentro con la feria medieval más importante de la comarca. Ni un rinconcito libre donde sentarse y resumir el día.. ¡Pardiez!
Aquí me quedo hoy, tras acariciar el Camino del Sureste, que va directo a Santiago y comparte piedras, hoy, solo hoy, con el Camino del Cid. Más de una vez me he imaginado tirando de las riendas y cambiando de mapas. Luego me doy de bruces con otro castillo y se me pasa.
Hoy, domingo de verano, he cruzado conversaciones con un montón de ciclistas, todas en "valençiá" hasta mi primer golpe de acento y falta de eses. Ánimos y elogios que me regalan. Y yo sigo sin verle el mérito a ésto. Pero se agradecen las palabras buenas, se agradecen mucho.
Sarah sigue bien, ruidosa pero bien. Quizás se queja del calor, o del peso, o de la distancia, y yo sigo leyendo blogs mecánicos donde dan mil y una teorías para eliminar ese soniquete con el que a ratos compongo canciones. Mañana probaré otra vez. O pasaremos por boxes. Ya veremos.
Me llega el olor de chorizos a la brasa y se me ponen los pelos como escarpias. En casa mientras almuerzan jureles que pilla mi padre, y gazpacho. Pero yo hoy me zampaba un cerdo enterito, y mañana, cuando vuelva a la costa, ya me plantearé lo del pescado azul.
Y de postre, la frase que asomó detrás de Sarah, en un momento débil. Ni buscado sale mejor.
Pues eso, toca abrir las alas.

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