lunes, 14 de agosto de 2017

En el rincón de pensar

Elogiar estas piedras a estas alturas de mi vida ya se me hace difícil. Los que me conocéis sabéis de sobra cómo se me enciende la mirada cada vez que hablo de Cabo de Gata. Cada rincón de estas veintitantas calles, coronadas por un paseo que yo conocí de tierra, es especial para mí, y no me queda mucho más que añadir.
Aquí estoy fondeado, en el penúltimo cachito de costa puro, donde los relojes dejan de funcionar y la vida se abre camino a golpe de supervivencia y sal. Donde las gaviotas posan para grandes angulares y el agua baila delante de tu nariz. Donde los lunes se despiertan vacíos y el pescado se compra en la orilla, tras la tríada café-periódico-pan. Donde no puedo estar más tranquilo. Donde no sé ser infeliz. Donde mi vida es mía y solo mía, hasta que mis sobrinas me obligan a hacer lo que ellas quieren. Donde a veces soy Jose y otras veces soy Pepe el del fútbol o el de la bici, o el granaíno, o el hermano de Pilar. Donde mi vida chula sabe aún más chula si cabe.

Aquí pedaleo al sentir levantarse el sol por un trazado que conozco al dedillo, con paradas técnicas en calas escondidas y fin de etapa en el bar de las niñas, mientras espero  a levar anclas en breve, llenándome los bolsillos de instantes robados a este parque natural, que parece que solo vista sus mejores galas cuando disparo y disparo, porque aquí dos horas de fotografía enseñan como clase magistral. Son estas tranquilidades las que alimentan mi creatividad. El mérito es de la tierra que me rodea, sin duda.

Aquí se van a quedar todos los pánicos y los agobios pre-pedaleo, y de aquí me iré con excedente de energía y sonrisa, porque es de mis  miedos de donde nacen mis corajes, en este rincón de casas bajas que enarbolan bandera pirata y siluetas de flamencos, eternos pobladores, dueños de las salinas, espectáculo natural que perdura a pesar de los pesares. Crucemos los dedos.
"Me hice una guía que no ha salido aún de la mochila. Solo se dónde empiezo y dónde termino, y más o menos la línea que quiero seguir", le cuento a la seño en el filo de la playa, con el segundo café. Y justo en ese momento aparece por la esquina un hombre en bici, con alforjas, mapas, botellas y pelo cano. Reflejo de mí, y de tantos que se echan a los caminos.
Ya vienen las ganas. Ya me hormiguean los pies. Ya Sarah me pregunta cuándo.
Ya casi casi empezamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario