domingo, 16 de julio de 2017

Estúpidas esperas

Dicen que tu casa es un reflejo de tu cabeza. En mi caso, hay mil cosas desparramadas en ambos sitios, todo ordenadito a pesar de que no lo parezca, a lo loco, que uno es un tío entrópico para todo. Me muevo bien en el desorden. Con esa sensación de estar siempre en la cuerda floja, al borde de todo, sin pensar demasiado...
"Llevas un año muy bonico, chico", que dirían en mi barrio. Han venido vientos desfavorables pero por ahora, crucemos los dedos, los he sabido aprovechar, con esta nueva forma de navegar, que bajel pirata me llaman, sin títulos ni permisos, orgulloso de donde vengo y de las tierras que me criaron.

Sarah se ha hecho fuerte en el salón y todo rincón está ocupado. La tienda, el saco, las alforjas... Es tiempo de empezar a desempolvar los aperos, de comprobar pilas, cables, tornillos, mapas y botellas. Este año empiezo pronto, normalmente lo dejo todo para la última noche, con esas listas interminables en las que incluyo artilugios que al final nunca uso, así que por una vez llevaré lo imprescindible. Ropa. Ganas. Y poco más.

Y no estoy entrenando nada. Salgo de vez en cuando con Sarah pero hago rutas que ya me conozco de sobra, en las que me exijo lo justo y que realmente no me sirven para afrontar este palizón.

Bla bla bla.

Llevo tres días con esta mierda de entrada y nada fluye. Necrológicas julianas.
Te odio, Cris, por no dejarme despedirme de ti.
Ataques etílicos de dieciocho rolando a diecinueve. Disculpen la licencia.

Hablamos.

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